Busqueda de diversión (libre)

Sin duda era un día aburrido, no había habido ningún demonio en mi cercanía, ni subterráneos a quienes doblegar, nada. Solo estaba yo en mi dormitorio, recostada mientras blandía mi látigo una y otra vez produciendo un sonido sordo en la pared cada vez que se impactaba. Estaba aburrida y desesperada por algo de acción, pero no había absolutamente nada que hacer en el instituto, ya ni siquiera me dejaban acercarme a la cocina porque mi madre se apoderaba de ella todo el tiempo.
Demonios. Volví a blandir el látigo incorporándome en la cama, miré a mi alrededor con gesto irritable soltando un suspiro. ¿Qué hago? ¿qué hago? Pff, no hay nada. Me levanté de mala gana esperando encontrar algo mejor que hacer, aunque dudando que en realidad lo hubiera.
Ya se. Me dirigí al closet y comencé a ver mi vasto guardaropa, donde el negro prevalecía en su mayoría. Estaba todo abarrotado y solo de verlo se me quitaron las ganas de pensar siquiera en arreglarlo, aunque tuve una idea mejor. Sonreí sin mucho ánimo, mientras rebuscaba entre mis cosas un atuendo que fuera bien para salir a una noche de diversión.
Claro está que elegí un vestido en negro azabache de un gran escote en v, era mono y de muchos vuelos que caían por debajo de la rodilla, me calcé unas botas de tacón de aguja de agujetas doradas, alisé mis largos cabellos negros colocándole un discreto pasador en dorado y mi ya acostumbrado dije pendía de mi cuello. Sonreí mirandome al espejo, me encantaba mi aspecto no puedo negarlo, siempre me ha gustado.
Me maquillé pasando una larga línea gruesa delineando mis oscuras pupilas, hermosa, murmuré. Tomé mi chaqueta de cuero negro y salí rumbo al pandemonium, ok lo admito no era el mejor lugar pero al menos podré encontrar un poquito de diversión... sana diversión.
Así pues bajé toda la calle y usé un glamour para entrar, sinceramente no me apetecía coquetearle al sujeto de seguridad. La música se oía fuertemente mientras los adolescentes tanto mundanos como subterráneos bailaban decorosamente en la pista entre volutas de aire de colores. Avancé contoneando las caderas con aire de majestuosidad, como siempre; hasta la barra donde pedí una bebida que fuera suave, por lo menos para empezar.